ALZHEIMER … La enfermedad del olvido… ¿quién olvida a quién?
A día de hoy todos sabemos que el Alzheimer se lleva la capacidad de recordar, la capacidad de valernos por nosotros mismos, de ser nosotros mismos… Es mucha la gente que ha visto sufrirlo en un familiar cercano. Ese monstruo germano que arrasa por donde pasa. Como un torbellino. Sin marcha atrás. No cabe una segunda oportunidad. Se lleva cuanto alcanza.
Los enfermos olvidan a los presentes. Olvidan a sus hijos, a sus cónyuges, se olvidan si comieron ya y qué comieron… olvidan cómo vestirse, olvidan el nombre de su cuidador y llegará el día en que no reconocerán su cara en el espejo… ¿quién es ese? Tal cual. Sin paliativos.
Con todo esto, ¿qué pasa con los que se supone tenemos memoria? ¿nos acordamos de nuestros mayores? De los que aún están bien pero también necesitan nuestro afecto. Una llamada. Un ¿qué tal tu día? ¿qué has hecho hoy? Sí tenemos mil quehaceres. Mil mensajes que devolver y total si llamo a mamá o papá me dirá que “nada en especial”… “como ayer y como mañana”…
Acaso ellos no nos preguntaban cada día “¿qué tal el cole?” “¿cómo fue el examen?”… y es que la vida da mil vueltas y los que tenemos padres mayores debemos saber que quizá mañana no podamos llamarles o no nos reconocerán cuando les llamemos…
Entonces ¿quién olvida a quién? Un día nos lamentaremos y culpabilizaremos al paso del tiempo, a la demencia, que se haya llevado a uno de nuestros padres o abuelos sin avisar ¡Maldita enfermedad! Y hasta entonces…¿qué hemos hecho? ¿hemos estado por ellos? O los hemos olvidado en casa, aparcados en residencias, en manos de terceros. Ojo, no pretendo criticar la gran tarea que hacen muchos centros, pues son necesarios.. pero como con nuestros niños… ayudan pero no deben ser el todo.
Igual que decimos que los colegios deben enseñar pero la educación se vive y aprende en casa, los centros para mayores, una maravilla para la vida moderna, deben ser un apoyo pero jamás podrán suplir el amor de un hijo, dar ese chute de adrenalina para nuestros mayores que conlleva el oír la voz de un hijo “¿cómo estás?”. Sí aunque nuestro día haya sido un horror. Estemos hartos y creamos que somos la persona con peor suerte del mundo. Sigue habiendo alguien para quienes somos su mundo. A tan solo una llamada. A un clic de uno de los teléfonos favoritos…
Tan solo debemos respirar, pensar en la suerte de tenerlos vivos y llamar… no culpemos al Alzheimer de todo. No nos olvidemos nosotros antes. Mañana puede ser tarde y ese mensaje que hemos hecho esperar, por importante que sea, si decimos “estaba hablando con mi madre, con mi abuelo…” nos contestará con un smile o con un guiño… 😉
Queralt Reig
Productora Ejecutiva